Sabras lo que es ser padre...

Solamente sabrás lo que es ser padre, cuando sientas muy hondo el latido de ese
pedazo de tu corazón sobre tu pecho, henchido de legítimo orgullo.

Sabrás lo que es ser padre cuando comprendas que el fruto de tu sueño es ahora
una realidad palpitante, ternura en piel viva y mirada inocente ante tu
regocijo.

Conocerás la dicha de ser padre cuando entiendas que tu sueño ya jamás será
completo, cuando sepas del llanto de la madrugada, de tus largas ojeras y la
satisfacción de ver a tu renuevo tranquilamente dormido, aunque tú no lo puedas
hacer.

Únicamente sabrás lo que es hacerse padre cuando radiante pasees a tu hijo en
su dorada carriola, le hables aunque sepas que no te entiende aún y lo veas
descubriendo asombrado cada pequeña cosa que constituirá su primera lección de
filosofía.

Sabrás lo que significa ser padre cuando en la noche corras por esa medicina
que necesita para aliviar su fiebre, al llevar la cuenta de sus vacunas y
cuando de puntillas te acerques a su cuna a escuchar su respiración, acompasada
y feliz.

Cuando por primera vez te diga papá, ría cuando lo lances al aire y no sienta
el peligro porque tú le das seguridad con tu sonrisa, cuando le impulses a dar
sus primeros pasos, inequívoca señal de que empieza el camino hacia su destino
y corras detrás de su bicicleta donde afanosamente pedalea los primeros caminos
y distancias del peregrinar futuro de su vida.

Sabrás la maravilla que posees cuando lo lleves por vez primera a la escuela y
veas sus ojos llorosos porque no quiere separarse de tí y sientas el alma
adolorida al alejarte dejándolo en medio de otros egoísmos que, sin embargo, le
enseñarán a ser compartido.

Cuando te muestre sus primeros garrapateados dibujos, incipiente Picazo que
preludia en ellos el afán por la belleza que se esconde en su corazón. Y sobre
todo cuando se abrace a tí, tomando tu mano simbolizando con ello la confianza
de tu fortaleza, que le dará seguridad en su andar.

Sabrás lo que es ser padre cuando reclame tu tiempo y tu tengas que buscarlo y
encontrarlo en donde puedas, cuando lo lleves al circo y a la playa y al paseo
cansado pero gratificante, cuando juntos sueñen en las vacaciones en que ambos
se pertenecerán por completo, cuando le enseñes a jugar y a llenar rompecabezas
y juntos caminen por el parque cualquier tarde esplendorosa de abril.

Comprenderás la maravilla que Dios te concedió, cuando te rete con sus primeras
preguntas y de momento no sepas como contestarlas, cuando le ayudes a escribir
la carta a Santa Claus y esperes la vigilia de la Navidad con el ansia
compartida de una nueva niñez tuya y descubra en tu abrazo y tu caricia y tu
beso incondicional, cuando le amas.

Sabrás lo que es ser padre cuando lo lleves a que toque a Dios por primera vez,
le enseñes a rezar y sienta que tu cariño es algo en lo que puede confiadamente
descansar. Y cuando ves que va creciendo y tu lo acompañas, va avanzando y tu
estás a su lado, y se va haciendo adolescente y en ese proceso tu no lo dejas,
por duro que sea el ver que poco a poco se desprende de tí, para ir en busca de
sí mismo.

Sabrás lo que es ser padre cuando oigas el reclamo inesperado y su deseo de
independencia. El día que deje de acompañarte, porque sus amigos lo esperan y
sientas que tu corazón se estremece, porque el día llegó antes de lo que
pensabas y sientas profundamente que así debe ser, porque es el precio que
pagarás por el aprendizaje de su vuelo definitivo.

Y finalmente sabrás lo que es ser padre cuando un día tu hijo tenga que partir
para estudiar en otro lugar, o a un trabajo distante y la nostalgia consuma las
horas que antes feliz disfrutaste en su compañía y quizás sea el teléfono o el
internet la lejana liga que te una a él.

Y sobre todo cuando alguien venga y lo lleve de tu lado para perseguir otro
arcoiris, el de su propia vida, compartida con alguien a quien amará y tu
deberás aceptarlo, porque esa es la ley de la vida y tu hijo te fue solamente
prestado por un tiempo.

Entonces sabrás lo que es saberte padre. Que no estudiaste para ello, pero lo
viviste y lo seguirás viviendo. Y el regocijo que eso te proporcionará deberá
entonces ser mayor que el dolor que supone el sentir que algo muy tierno se
despide de tu alma. Pero es solo entonces que podrás saber con plenitud, la
maravillosa experiencia, regalo de Dios vivo, que es saberse padre.