Olvida a mi tía Julia

  La visitaba cuando era niño sólo porque me
  obligaban. En varias ocasiones preferí aguantarme
  el regaño de mis padres que ir a verla.
 
  Su casa era hermosa, muy bien arreglada,
  perfecta, demasiado perfecta. La recuerdo
  recibiéndonos, con la mirada altiva, acercando
  la cara para besarnos sin tocarnos.
 
  Las visitas eran eternas. Solamente hablaba
  de ella. No nos preguntaba cómo estábamos,
  sino cómo nos habíamos portado.
 
  Sus historias estaban llenas de acusaciones,
  reproches y comentarios tales como "la gente no
  hace...", "Fulanito hizo esto y debió haber hecho
  lo otro..." y "así sí es muy difícil".
 
  Rara vez hablaba de sus problemas porque quería
  dar a entender que su vida era casi perfecta.
 
  Nunca reconocía un error suyo para no mostrar
  debilidades.
 
  No pedía perdón ya que eso era humillarse. Sus
  odios eran repentinos, desproporcionados, profundos
  y eternos.
 
  Aun sus elogios estaban cargados de juicios.
  Eran algo así como:
 
  - Muy bien... te felicito, al fin...

  Cuando alguien sufría las consecuencias de haber
  cometido un error, decía:

  - Bien hecho, se lo merece por no hacer lo
  correcto, yo se lo dije.

  Si comentaba acerca de los problemas de su familia,
  siempre se distanciaba de ellos, librándose de toda
  culpa.
 
  Lo que no funcionaba con su pareja o con sus hijos
  se debía a que no le hacían caso a ella, porque ella
  sabía todas las respuestas.
 
  No era consciente del dolor que su rigidez y
  arrogancia desataban en sus amados.
 
  Pobre tía Julia. Nadie quería estar con ella. Era
  el terror de los sobrinos, sus hijos le temían. Tan
  pronto crecieron se alejaron de ella lo máximo
  posible.
 
  Sus allegados terminaron aburriéndose del
  egocentrismo extremo y la rigidez que éste traía
  consigo. Todos evitaban estar con ella.
 
  Ella creía que la gente se alejaba de ella porque
  sentía envidia de su vida perfecta. Pensaba que le
  tenían miedo debido a su honestidad al opinar.

  La tía Julia no se daba cuenta del dolor que se
  causaba a sí misma y a quienes la rodeaban.
 
  Si ella hubiera leído esto, no habría caído en
  cuenta que es sobre ella.

  Ya hace años que murió y algún bromista de la
  familia dice que desde entonces todos descansamos
  en paz.

  La tía Julia no era una mala persona, su intención
  era que las cosas salieran bien. Se esforzaba profunda
  y sinceramente para que el mundo funcionara correctamente,
  pero estaba convencida de que sólo había una manera, que
  tener la razón era mejor que cultivar los afectos.

  La tía Julia se condenó a vivir aislada, solitaria,
  amargada, detrás de las barreras de su propia estricta
  convicción.
 
  A veces todos somos como la tía Julia, creemos que no hay
  más que un camino correcto. 
  
  ¿Qué actitudes tuyas son similares a las de
  la tía Julia? ¿Disfruta la gente estando contigo, o le
  temen a tu rigidez? ¿Te amargas más de la cuenta porque
  las cosas no salen exactamente a tu manera? ¿Para qué
  construir un mundo perfecto que nadie quiere compartir
  con nosotros?

   Feliz semana.