La indecisión
Cuentan que aquella noche era especialmente fría en
el desierto. Abdalá
montó su pequeña tienda de campaña, tan pequeña que apenas cabía él
acostado. Se
despidió de su camello, llamado
"Indecisión", acariciándole la cabeza,
pero dejándolo fuera, y se dispuso a pasar una noche tranquila y reparadora.
Apenas había conciliado el sueño cuando el camello lo llamó con voz suave,
pero
insistente. "Déjame meter la
nariz en tu tienda, hace mucho frío y la
tengo completamente helada." Abdalá, que era un hombre bueno,
accedió a la
petición. Pero ocurrió que en
cuanto se durmió profundamente, el camello
empujó un poco y metió la cabeza completa. Como la tienda era tan pequeña, al
hacer esto topó con la cabeza del hombre y lo corrió hasta que éste sacó los
pies por el otro extremo. Abdalá protestó, pero "Indecisión" le
hizo ver que eso no
era en realidad gran cosa. Pasó poco tiempo para el camello metiera los
hombros y empujara a su patrón afuera, hasta las rodillas. Para hacer el cuento
corto, "Indecisión" siguió introduciéndose en la tienda, llenándola
por completo
y sacando a Abdalá por el otro extremo, hasta que finalmente quedó
completamente fuera.
¿Le suena esto conocido? ¿No le
ha ocurrido alguna vez que al dejar entrar
un poco de indecisión ésta lo llenó todo, sacándolo de las cosas buenas de
la
vida? Por ejemplo, le ocurre
a los estudiantes cuando se están preparando
para un examen, pero frente al televisor dejan que indecisión les pida ver
"un
poquito más". Y le ocurre
también a los vendedores, cuando les pide
"posponer para la semana que entra" la visita a ese cliente
importante. Y por
supuesto le sucede a aquel que quiere bajar de peso, pero deja que el perverso
camello
le solicite "empezar después de.". Sí, cuando dejamos a la indecisión
meter
la nariz en nuestra vida, no importa si somos amas de casa o ejecutivos de
empresa, acabará por llenarla
toda, y prácticamente sacarnos de ella.